jueves, 30 de agosto de 2018


PROYECTO TRANSVERSAL
GRADO 7°
USO ÉTICO Y RESPONSABLE DE LA TECNOLOGÍA

1    1. Ética tecnológica y Responsabilidad Social
Desde el comienzo de la humanidad los seres humanos han construido herramientas (tecnología) para facilitar las distintas tareas que debía hacer. Naturalmente, una herramienta puede usarse de un modo constructivo y/o destructivo, es decir, un cuchillo de sílex podía usarse para cometer un asesinato o para cortar carne, y es en este punto donde aparece la necesidad de una ética.
La ética es voluntaria en su uso por parte de las personas o empresas y depende del condicionamiento social.
 Un uso adecuado de la tecnología sería el “simbiótico”, es decir, el equilibrio en el que usar una herramienta para una tarea supone que la persona tratará de realizar las tareas y mantener lo mejor posible la herramienta. Pero cuando hablo de herramientas se extiende a todo tipo de tecnología. Aunque existieron máquinas y tecnología desde prácticamente relativamente poco después del comienzo de la humanidad, se podría decir que es desde el siglo IV A.C.  cuando aparecen sistemas autómatas con vapor, con “La paloma” del griego Arquitas de Tarento (el concepto de robot es posterior), que podían sustituir a las personas en tareas complejas. Y su auge se produce sobre todo desde finales del siglo XX (aunque desde la Revolución Industrial se viene produciendo), cuando ya se aprecia cómo se sustituye a personas por sistemas autómatas y robots, es decir, se pierden puestos de trabajo en fábricas como las de automóviles con robots “soldadores” o sistemas de atención telefónica por sistemas computacionales de reconocimiento de voz con pocas personas, como algunos ejemplos.
Existe una pérdida del sentido de la tecnología de ayudar a las personas en su puesto de trabajo al ser la causa de la pérdida de empleo. A menos que se actúe de forma éticamente constructiva y se mantengan esos puestos de trabajo en vez de forma éticamente destructiva, destruyendo los puestos de empleo. Nadie puede imaginar que un arma, con el uso de tecnología, reemplace la necesidad de soldados, pero es así (y todavía se mantiene cierto control sobre la tecnología por parte de unas pocas personas que supervisan). Aun así, la tecnología genera nuevos empleos, pero en mucho menor número que los perdidos por su uso.

El término simbiosis (del griego: σύν, syn, 'juntos'; y βίωσις, biosis, ‘vivir’) se aplica a la interacción biológica, a la relación estrecha y persistente entre organismos de diferentes especies.

        2.  LA ETICA APLICADA A LA TECNOLOGIA
A    A.  ¿Qué es la ética de la tecnología?
Esta se define como una disciplina filosófica que se encarga de estudiar la moral, es una ciencia que estudia el comportamiento del ser humano, clasificándola como correcto e incorrecto.
A    B. .¿Cómo influye la ética en la tecnología?
Con la tecnología se logran importantes avances en todos los campos, pero para que sea beneficioso debe cuidar lo ético, por ejemplo, la clonación en humanos, se puede intentar, pero no resulta ético. ... La ética y la tecnología van de la mano.
B    C. ¿Qué es la ética en el uso de la información?
La sociedad del conocimiento, en la que se desarrolla nuestro trabajo intelectual, implica que continuamente estemos recibiendo y buscando información, procedente frecuentemente de Internet. ... Esto hace imprescindible conocer las implicaciones legales, sociales y éticas de la información.
C    D. ¿Qué es la ética en las TIC?
La ética en las TIC se define como la disciplina que analiza los problemas éticos que son creados por la tecnología de los ordenadores o también los que son transformados o agravados por la misma. Es decir, por las personas que utilizan los avances de las tecnologías de la información.
D    E. ¿Cuál es la importancia de tener un código de ética?
Conjunto de Normas que ordenan e imprimen sentido a los valores y principios de conducta, que sirven de fundamento a su actuación en todo tipo de actividad y entorno. ... Ayuda a priorizar principios y valores de la empresa.
E     F. ¿Qué es el liderazgo ético?
El liderazgo ético brinda credibilidad y respeto, tanto para el líder como para su organización. Si el líder se ha establecido como una persona de ética, los individuos y los grupos -tanto dentro como afuera de la organización- lo respetarán, y también a su organización, debido a su integridad.

https://prezi.com/cbpymu4s00pd/la-etica-aplicada-en-la-tecnologia/

Actividad.
1.       1.   Realizar un esquema mental o un mapa conceptual de la lectura anterior donde relaciona las ideas más importantes sobre el uso ético y responsable dela tecnología.
2.     2. Elabora un grafiti o una infografía en una página y coloca dibujos y palabras que sean relevantes del tema, estableciendo relación entre ellas.

FECHA DE ENTREGA:
701: septiembre 26
702: septiembre 27
703: - septiembre 24

viernes, 24 de agosto de 2018


PROYECTO TRANSVERSAL III TRIMESTRE “LA NANOTECNOLOGIA”
ORIGEN DE LA MINIATURIZACION DE LA TECNOLOGIA
CIENCIAS SOCIALES:                                  GRADO OCTAVO(8°)
Introducción al tema: Ver los videos sugeridos en YouTube para una mejor comprensión del tema.
 https://youtu.be/WfsigjTkySc
Después de ver los videos sugeridos consultar y desarrollar las siguientes actividades:
1.     LA NANOTECNOLOGIA.
A.    ¿Qué es la nanotecnología?
B.    ¿Qué es la Miniaturización en la nanotecnología?
C.    Elabora una breve reseña histórica de la miniaturización en la nanotecnología
D.    ¿Cuáles son las ventajas de la miniaturización?
Fuente de consulta sugeridas:
http://www.nanotecnologia.cl/que-es-nanotecnologia/

2.     CONSULAR QUE ES Y CUAL ES LA APLICABILIDAD (Para qué sirve) Y EJEMPLOS DE CADA UNO de:
A.    Tubos de Vacío.
B.    El Diodo.
C.    El Silicio(material)
D.    El Microchip
E.     El Microprocesador.

3.     Elabora, recorte o pegue dibujos sobre cada uno de los anteriores elementos de la miniaturización, colocando pequeñas explicaciones de los mismos.
Fuente de consulta sugeridas:
www.cad.com.mx/historia_del_microchip.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Silicio
https://www.ecured.cu/Tubos_de_vac%C3%ADo
http://www.ingmecafenix.com/electronica/el-transistor/
https://www.ecured.cu/Microprocesador

EDUCACION ETICA Y RELIGIOSA
-En una página elabora una infografía sobre el uso responsable y ético de las herramientas tecnológicas.
Fuente de consulta sugeridas:
https://www.lanacion.com.ar/1099281-el-aspecto-etico-de-la-tecnologia
http://sabiduriavedica.org/c43-sociedad-actual/uso-tecnologia/

Fecha límite: 801-lunes 24 de septiembre
                       802-martes 25 de septiembre.
                       803-lunes 24 de septiembre
Nota: En la medida que tenga el trabajo elaborado de manera completa puedes presentarlo en los espacios de clase.


viernes, 25 de mayo de 2018

Los niños en la Revolución industrial



En la Revolución Industrial, víctimas de la máquina imparable del progreso, los niños trabajaban tanto como los adultos y, además, lo hacían en condiciones infrahumanas. Pero, ¿cómo era un día en la vida de un pequeño proletario? Tomemos como muestra un testimonio, el de Sarah Gooder, de ocho años, a la Comisión Ashley, que surgió como un estudio de la situación en las minas en Inglaterra.


Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a la escuela los domingos y aprendo a leer. (...) Me enseñan a rezar. (...) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre las piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina.

Los cuerpos de los niños, por su pequeño tamaño, eran ideales para introducirse en las minas, y eran brutalmente explotados a cambio de un pequeño salario. Tras su jornada de trabajo, Sarah debería volver a su casa, una pequeña habitación o una vivienda compartida con otras familias, en un barrio problemático plagado de problemas como el alcohol y la prostitución. Una vida sin futuro y sin presente.

Más tarde, gracias a la aparición de los sindicatos, las condiciones laborales se fueron normalizando hasta llegar a ser lo que son hoy en día. Pero sólo tras décadas de explotación y sufrimiento.



Actividades:
       1.     A. De acuerdo a la lectura asignada, describa como vivieron los niños en la época de la revolución industrial.
      B. Describa 2 casos en tu barrio, ciudad o en Colombia, en donde se presente el trabajo infantil.
      C. ¿Estás de acuerdo con el trabajo infantil? Justifique tu respuesta.

2. Elabora en una hoja tamaño carta un collage donde se evidencie el trabajo infantil.

Nota:
  •  Entregar en la carpeta del Proyecto Transversal.
  •  Solo debes colocar  en una hoja el desarrollo de la actividad 1. Debes colocar pregunta y     respuesta. No debes imprimir nada.y en otra hoja el collage. 
  •  Total hojas dos(2)
  •  Colocar separador en cada asignatura.
 Fecha de entrega:
 701: Julio  11 de 2018
 702: Julio  12 de 2018
 703: Julio    9 de 2018

miércoles, 23 de mayo de 2018

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

ETAPAS, CAUSAS Y CONSECUENCIAS LA REVOLUCION INDUSTRIAL


LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

La revolución industrial es un cambio económico fundamental en la fabricación de productos elaborados, ya que empieza a utilizarse maquinaria. Surgió a finales del Siglo XVIII en Gran Bretaña, extendiéndose por toda Europa, y por todo el mundo después, a lo largo del Siglo XIX. Sus principales características fueron la aparición de la máquina, las innovaciones tecnológicas, la utilización de nuevas fuentes de energía, la organización del obrero en fábricas, la división del trabajo y la necesidad cada vez más grande de capital. La revolución produciría un cambio en el sistema económico, ya que la necesidad de capital provocó la aparición del capitalismo industrial. La ideología del capitalismo es el liberalismo de Adam Smith, que se basa en la no intervención del Estado y en la siguiente afirmación: “La búsqueda del beneficio individual nos llevará a conseguir el beneficio de la sociedad”. La palabra clave es individualismo. Durante el capitalismo industrial había gran cantidad de pequeñas empresas (empresas familiares), que podían autofinanciarse, aunque cada vez iban a tener más necesidad de capital. Los medios de producción eran de propiedad privada y se concentraban en manos de la burguesía. El proletariado no tenía ninguna propiedad, sólo la fuerza de su trabajo, que vendía a cambio de un salario. Hacia el año 1780, en Inglaterra, se produjo un cambio económico y social que originó la sociedad capitalista o Revolución Industrial. En el Siglo XIX, desde Inglaterra, la Revolución Industrial se fue extendiendo a otros países, aunque en ellos se hablaba de industrialización para indicar que fue un proceso más lento influido por Inglaterra. En la Revolución Industrial se crea una fuerte industria y se extiende el ferrocarril.

  I. ETAPAS DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL


A. Primera etapa de la Revolución Industrial:

La primera gran etapa de la Revolución Industrial fue la que se desarrolló entre los años 1760 y 1870. Fue un periodo marcado por los continuos inventos. En el año 1800 Volta inventaría la pila eléctrica. Stephenson inventó la primera locomotora de vapor en el año 1814. En 1825 se inauguró la primera línea de pasajeros. En 1834 fue Richard Roberts el que ideó el telar y la máquina de hilar. En 1837, Morse inventa el telégrafo y se da el primer gran impulso a las comunicaciones. En 1863 se inaugura el primer sistema de metro del mundo en Londres. En 1868 se lanza el primer ferrocarril transcontinental… Pero al mismo tiempo, la sociedad comienza a sufrir profundas transformaciones marcadas por hechos que conducían a la implantación de unas ideas mucho más modernas y liberales. La Revolución Francesa fue fundamental para que esas ideas se propagaran por Europa. Pero también la victoria de los ingleses en la Batalla de Trafalgar sirvió en cierto modo para fomentar el auge de la Revolución Industrial. Lo que a simple vista parecería una catástrofe para franceses y españoles, hizo que Gran Bretaña, la gran propulsora de la Revolución, se hiciera con el dominio del mar en el Mediterráneo. Se abrieron así las vías para un comercio global y al mismo tiempo los canales necesarios como para que las ideas librecambistas que tanto se defendían en Inglaterra llegaran aún más lejos. Poco a poco, la semilla de una sociedad más avanzada basada en la tecnología iba floreciendo. En aquella primera etapa de la Revolución Industrial, la luz eléctrica, el gas y el transporte público (tres elementos básicos de cualquier sociedad hoy en día) habían venido al mundo. Se había pasado de ciudades alumbradas por petróleo y donde el único medio de transporte eran los carros de caballos, a viajar en máquinas de vapor y a tener alumbrado eléctrico. Nos acercábamos al siglo XX con la ilusión de nuevos descubrimientos; con una febril actividad industrial y con una sociedad que se estaba acomodando a las ventajas que suponía gozar de unos avances tecnológicos que laboral y socialmente ofrecían una mayor libertad, confort y ocio. El optimismo creciente retroalimentaba la maquinaria de la Revolución Industrial.

B. Segunda etapa de la Revolución Industrial.

Comenzó en 1870 aproximadamente. Y quizás fuera el invento de la dinamo la que diera un nuevo empujón a la carrera por la modernización tecnológica. La obtención de fuerza hidroeléctrica gracias a estas dinamos permitieron transformarla en luz, y por ende, en energía para los nuevos transportes que iban surgiendo. La era de los transportes daba un nuevo salto adelante, y por otro lado, la sociedad se veía recompensada con un nuevo elemento desconocido hasta entonces: el alumbrado. Las horas de oscuridad, de candiles y cera, quedaban atrás. Cuando en 1879, Thomas Edison presentó la lámpara incandescente la sociedad ya se había preparado para los grandes avances que, uno tras otro, iban a llegar en aquellos años de finales del XIX y principios del siglo XX. Aquel desarrollo industrial se centró en Europa, donde el Reino Unido era el gran dominante; la potencia mundial cuyos tentáculos se adentraban en todos los continentes. Ellos fueron el perfecto ejemplo del significado de la Revolución Industrial. En primer lugar, porque crearon una industria textil con la que acumularon capital suficiente como para continuar con los estudios e innovaciones tecnológicas, y en segundo lugar, porque su vasto imperio colonial otorgaba el material económico y en materias primas como para afrontar con garantías la llegada de esta segunda fase en la que la siderurgia y el ferrocarril serían los elementos principales. Sin embargo, aquella Revolución Industrial también tuvo sus puntos negros, que en este caso se reflejaban en la cada vez mayor explotación laboral. Jornadas de quince horas y el nacimiento de lo que Karl Marx definió como alineamiento de los trabajadores. El éxito de la Revolución Industrial estuvo sustentado desde muchos puntos de la economía y la cultura, pues si la sociedad supo acoplarse y recibir con expectación todos aquellos avances y desde el punto de vista económico se estaba en una época de bonanza, también la apertura de nuevas rutas comerciales favoreció el engrandecimiento de todas aquellas naciones que se alineaban a ese nuevo progreso. En ello fue importantísimo también la apertura del Canal de Suez, en Egipto, en 1869, que permitió un comercio más fluido entre Europa y Asia. Además, las redes ferroviarias iban en aumento, y se comenzó una carrera loca por conseguir conectar, por un lado, las dos costas de Estados Unidos, y por el otro lado, los principales puntos comerciales de Europa. Por último, la presentación en sociedad de las primeras líneas telefónicas de larga distancia permitió conectar en el instante a distintos puntos del mundo agilizando de este modo el comercio. El ritmo de aquellos años parecía por momentos frenético. Era una carrera contrarreloj por ser los primeros en la que Inglaterra, Estados Unidos y Francia habían adquirido ventaja. Pero aquel imperialismo; aquella supremacía, no hizo sino crear más tensiones entre determinados países. Alemania e Italia se veían relegados y pronto surgieron los conflictos políticos… estábamos ante las puertas de la Primera Guerra Mundial.

II. Causas de la Revolución Industrial


1. Aumento de la población: Desde el siglo XVIII las epidemias de peste fueron desapareciendo y el desarrollo de la agricultura permitió el crecimiento de la producción de alimentos y se produjo entonces un descenso de la mortalidad catastrófica (hambre, guerras, epidemias).

2. La mortalidad europea, igual que la mortalidad infantil, se redujeron.
3. La natalidad fue disminuyendo lentamente, aunque se mantuvo alta, como consecuencia el crecimiento vegetativo aumentó bastante.
4. El aumento de la población fue mayor en las ciudades. También se produjeron migraciones, especialmente hacia América.
5. Mejoras en la agricultura: Continuaron existiendo los recintos (concentración de las tierras en grandes propiedades) con el apoyo de los gobiernos, que permitieron la introducción de mejoras técnicas, además, algunas zonas se especializan en los cultivos más rentables. Las mejoras en la agricultura favorecieron la Revolución Industrial de 4 formas:
A. El aumento de la producción permitió alimentar a una población en rápido crecimiento.
B. Las mejoras técnicas redujeron el número de campesinos necesarios para trabajar la tierra, y proporcionaron mano de obra para la industria.
C. Los beneficios obtenidos por los terratenientes fueron invertidos en la agricultura, el comercio y las nuevas industrias.
D. Las necesidades de metales para los instrumentos agrícolas y la demanda de maquinaria, provocaron el desarrollo de la industria metalúrgica y siderúrgica.
6. Desarrollo tecnológico: El aumento de la demanda de maquinarias hizo que se produjeran innovaciones técnicas que aumentaron la producción y los beneficios. Estos inventos comenzaron en Inglaterra en el sector textil, al principio fueron inventos muy sencillos, construidos en madera y realizados por artesanos y personas sin preparación científica. El desarrollo tecnológico favoreció la Revolución Industrial en 2 aspectos:
A. Lo importante no es el invento, sino su difusión en la industria; un invento sólo se aplica cuando al empresario le sale rentable.
B. Cada invento no es muy importante en sí mismo, sino porque provoca nuevas innovaciones. La innovación más importante fue la máquina de vapor de James Watt que produjo consecuencias de gran importancia.

  III. Consecuencias de la revolución industrial


La revolución industrial operó un cambio en los aspectos social, económico, político y del estilo de vida de la humanidad, debido a la invención y la aplicación en gran escala de las maquinas.

1. En lo económico: 
• Se incrementó un alto grado de rendimiento del trabajo y se redujo el costo de producción, lo que reporto un enorme crecimiento de las riquezas de las naciones industrializadas.
• Se acumularon grandes capitales que dieron desarrollo a compañías y sociedades anónimas.
• Se diseñaron, desarrollaron y perfeccionaron las vías de comunicación y los medios de transporte, haciendo posible el intercambio entre las naciones.
• Se crearon las cámaras de comercio, las compañías de seguros, los bancos, etc.
• Se desarrolla el sistema de rentas a crédito. Surgieron los métodos de publicidad y las competencias comerciales.
• La artesanía y la manufactura no pudieron competir con la gran fábrica capitalista y fueron desapareciendo paulatinamente.
• El modo de producción capitalista que se formó en el seno del feudal, había vencido ahora todas las formas de economía pre capitalista, condenándolas a la ruina y el hundimiento irremisible.
2. En lo social:
• Culminó el proceso de desaparición del campesino inglés.
• Aparecieron las grandes ciudades, que se convirtieron en centros industriales. Es decir, el abandono del campo y el aumento de la población de las ciudades.
• Cambió radicalmente la estructura profesional de la población: a cuenta de la población agrícola se incrementó el número de personas ocupadas en las diferentes ramas de la industria.
• La agudización de los problemas obreros y la organización de los trabajadores en gremios, sindicatos, etc.
• La consecuencia principal de la revolución industrial fue la aparición de las dos clases de la sociedad capitalista: La burguesía industrial y el proletariado fabril, es decir, los 2 grandes grupos sociales: capitalista y obrero.
• La aparición de doctrinas que alegan dar soluciones a los problemas sociales: socialismo, socialismo utópico, y la social-democracia, etc.
• El desarrollo impetuoso de la economía acarreó un incremento del lujo y la riqueza de la burguesía y a su vez, de la pobreza y la indigencia en las masas trabajadoras.
3. En lo político:
• Afianzamiento político de la burguesía.
• El estado no interviene directamente como patrono en las actividades económicas, sino que auspicia la industrialización y regula la legislación social a favor de los trabajadores.
• La industria ocupó una situación predominante.
4. Cambios en los modos de vida:
• La población se concentró en las ciudades con actividad industrial.
• La producción en serie abarató muchos artículos. Y así mejoraron las condiciones de vida.
• El trabajo doméstico se hizo más corto, al incorporarse miles de mujeres al trabajo industrial. Y las costumbres de la familia cambiaron a medida que las mujeres comenzaron a trabajar fuera del hogar.

  IV. UBICACIÓN GEOGRAFICA DEL REINO UNIDO.

  V. La desigualdad social.
Las propuestas para solucionar el problema social. Frente a la situación de pobreza y precariedad de los obreros, surgieron críticas y fórmulas para tratar de darles solución; por ejemplo:

  • los socialistas utópicos, que aspiraban a crear una sociedad ideal, justa y libre de todo tipo de problemas sociales (para algunos, el comunismo).
  • Otra propuesta fue el socialismo científico de Karl Marx, que proponía la revolución proletaria y la abolición de la propiedad privada (marxismo);
  • también la Iglesia católica, a través del papa León XIII, dio a conocer la Encíclica Rerum Novarum (1891), primera encíclica social de la historia, la cual condenaba los abusos y exigía a los estados la obligación de proteger a lo más débiles. A continuación, un fragmento de dicha encíclica:

 (…) Si el obrero presta a otros sus fuerzas a su industria, las presta con el fin de alcanzar lo necesario para vivir y sustentarse y por todo esto con el trabajo que de su parte pone, adquiere el derecho verdadero y perfecto, no solo para exigir un salario, sino para hacer de este el uso que quisiere (…)

Estos elementos fueron decisivos para el surgimiento de los movimientos reivindicativos de los derechos de los trabajadores. Durante el siglo XX en medio de los procesos de democratización, el movimiento obrero lograba que se reconocieran los derechos de los trabajadores y su integración a la participación social. Otros ejemplos de tendencias que buscaron soluciones fueron:


  • los nacionalismos, así como también los fascismos en los cuales se consideraban a los obreros y trabajadores como una parte fundamental en el desarrollo productivo de la nación, por lo que debían ser protegidos por el Estado.


FUENTE:
http://consultadelarevolucion.blogspot.com.co/ Publicado por gildardo medina https://www.google.com.co/search?q=reino+unido https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_Industrial 

De acuerdo al material de apoyo trabajado en clase (enviado a la plataforma) y el video Tiempos Modernos, realizar las siguientes actividades:

 1. Realizar el mapa de Europa y ubicar:

• El Reino Unido
• Londres.
• Países limítrofes.
• Océano Atlántico y mares que lo bordean.
• Colorear el Reino Unido y sus mares.

 2. Realizar cinco (5) mapas mentales así:

• Introducción Revolución Industrial
• Etapas de la Revolución Industrial.
• Causas que permiten el desarrollo de la Revolución Industrial. Debe tener las 6 causas y sus subdivisiones.
• Consecuencias de la Revolución Industrial. Deben aparecer las 4 consecuencias.
• Como se manifiestan las desigualdades sociales.

NOTA


  • No olvidar utilizar hojas tamaño carta y seguir las normas Apa.
  • Los esquemas los pueden realizar a mano o si saben de alguna técnica para realizar esquemas virtuales los pueden realizar.
  • No deben presentar trabajos iguales o de lo contrario se anularán. Pilas. Es individual.
  • Fecha de entrega: 801,802 y 803  el 6 de Junio.

martes, 8 de mayo de 2018

Horacio Quiroga. Cuentos de la selva para los niños: 8. La abeja haragana

La abeja haragana Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo. Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas. Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido todos los pelos de rozar contra la puerta de la colmena. Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole: —Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar. La abejita contestó: —Yo ando todo el día volando, y me canso mucho. —No es cuestión de que te canses mucho —respondieron—, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos. Y diciendo así la dejaron pasar. Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia le dijeron: —Hay que trabajar, hermana. Y ella respondió enseguida: —¡Uno de estos días lo voy a hacer! —No es cuestión de que lo hagas uno de estos días —le respondieron—, sino mañana mismo. Acuérdate de esto. Y la dejaron pasar. Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó: —¡Sí, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido! —No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido —le respondieron—, sino de que trabajes. Hoy es 19 de abril. Pues bien: trata de que mañana, 20, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa. Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar. Pero el 20 de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío. La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá dentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron. —¡No se entra! —le dijeron fríamente. —¡Yo quiero entrar! —clamó la abejita—. Ésta es mi colmena. —Ésta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras —le contestaron las otras—. No hay entrada para las haraganas. —¡Mañana sin falta voy a trabajar! —insistió la abejita. —No hay mañana para las que no trabajan —respondieron las abejas, que saben mucha filosofía. Y diciendo esto la empujaron afuera. La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más. Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia. —¡Ay, mi Dios! —clamó la desamparada—. Va a llover, y me voy a morir de frío. Y tentó entrar en la colmena. Pero de nuevo le cerraron el paso. —¡Perdón! —gimió la abeja—. ¡Déjenme entrar! —Ya es tarde —le respondieron. —¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño! —Es más tarde aún. —¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío! —Imposible. —¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron: —No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete. Y la echaron. Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastró hasta que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna. Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella. En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacía tiempo, y que la culebra había elegido de guarida. Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por esto la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos: —¡Adiós mi vida! Ésta es la última hora que yo veo la luz. Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le dijo: —¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas. —Es cierto —murmuró la abejita—. No trabajo, y yo tengo la culpa. —Siendo así —agregó la culebra, burlona—, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer, abeja. La abeja, temblando, exclamó entonces: —¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia. —¡Ah, ah! —exclamó la culebra, enroscándose ligero—. ¿Tú conoces bien a los hombres? ¿Tú crees que los hombres, que les quitan la miel a ustedes, son más justos, grandísima tonta? —No, no es por eso que nos quitan la miel —respondió la abeja. —¿Y por qué, entonces? —Porque son más inteligentes. Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a reír, exclamando: —¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer; apróntate. Y se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó: —Usted hace eso porque es menos inteligente que yo. —¿Yo menos inteligente que tú, mocosa? —se río la culebra. —Así es —afirmó la abeja. —Pues bien —dijo la culebra—, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como. —¿Y si gano yo? —preguntó la abejita. —Si ganas tú —repuso su enemiga—, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te conviene? —Aceptado —contestó la abeja. La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo: Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra. Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto. —Esto es lo que voy a hacer —dijo la culebra—. ¡Fíjate bien, atención! Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco. La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo: —Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso. —Entonces, te como —exclamó la culebra. —¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa que nadie hace. —¿Qué es eso? —Desaparecer. —¿Cómo? —exclamó la culebra, dando un salto de ¿Desaparecer sin salir de aquí? —Sin salir de aquí. —¿Y sin esconderte en la tierra? —Sin esconderme en la tierra. —Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como enseguida —dijo la culebra. El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos. La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así: —Ahora me toca a mí, señora Culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando diga «tres», búsqueme por todas partes, ¡ya no estaré más! Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente: «uno…, dos…, tres», y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido. La culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era simplemente extraordinaria. ¿Qué se había hecho? ¿Dónde estaba? No había modo de hallarla. —¡Bueno! —exclamó por fin—. Me doy por vencida. ¿Dónde estás? Una voz que apenas se oía —la voz de la abejita— salió del medio de la cueva. —¿No me vas a hacer nada? —dijo la voz—. ¿Puedo contar con tu juramento? —Sí —respondió la culebra—. Te lo juro. ¿Dónde estás? —Aquí —respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja cerrada de la plantita. ¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común también en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto. sorpresa—. La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de él para salvar su vida. La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla. Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la pared más alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro. Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad más completa. De cuando en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y ésta creía entonces llegado el término de su vida. Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio. Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida. Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban: —No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche. Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos —la felicidad de todos— es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

Horacio Quiroga. Cuentos de la selva para los niños: 7. El paso del Yabebirí

El paso del Yabebirí En el río Yabebirí, que está en Misiones, hay muchas rayas, porque «Yabebirí» quiere decir precisamente «Río-de-las-rayas». Hay tantas, que a veces es peligroso meter un solo pie en el agua. Yo conocí un hombre a quien lo picó una raya en el talón y que tuvo que caminar rengueando media legua para llegar a su casa: el hombre iba llorando y cayéndose de dolor. Es uno de los dolores más fuertes que se puede sentir. Como en el Yabebirí hay también muchos otros peces, algunos hombres van a cazarlos con bombas de dinamita. Tiran una bomba al río, matando millones de peces. Todos los peces que están cerca mueren, aunque sean grandes como una casa. Y mueren también todos los chiquitos, que no sirven para nada. Ahora bien, una vez un hombre fue a vivir allá, y no quiso que tiraran bombas de dinamita, porque tenía lástima de los pececitos. Él no se oponía a que pescaran en el río para comer; pero no quería que mataran inútilmente a millones de pececitos. Los hombres que tiraban bombas se enojaron al principio, pero como el hombre tenía un carácter serio, aunque era muy bueno, los otros se fueron a cazar a otra parte, y todos los peces quedaron muy contentos. Tan contentos y agradecidos estaban a su amigo que había salvado a los pececitos, que lo conocían apenas se acercaba a la orilla. Y cuando él andaba por la costa fumando, las rayas lo seguían arrastrándose por el barro, muy contentas de acompañar a su amigo. Él no sabía nada, y vivía feliz en aquel lugar. Y sucedió que una vez, una tarde, un zorro llegó corriendo hasta el Yabebirí, y metió las patas en el agua, gritando: —¡Eh, rayas! ¡Ligero! Ahí viene el amigo de ustedes, herido. Las rayas, que lo oyeron, corrieron ansiosas a la orilla. Y le preguntaron al zorro: —¿Qué pasa? ¿Dónde está el hombre? —¡Ahí viene! —gritó el zorro de nuevo—. ¡Ha peleado con un tigre! ¡El tigre viene corriendo! ¡Seguramente va a cruzar a la isla! ¡Denle paso, porque es un hombre bueno! —¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo que le vamos a dar paso! —contestaron las rayas— . ¡Pero lo que es el tigre, ése no va a pasar! —¡Cuidado con él! —gritó aún el zorro—. ¡No se olviden de que es el tigre! Y pegando un brinco, el zorro entró de nuevo en el monte. Apenas acababa de hacer esto, cuando el hombre apartó las ramas y apareció todo ensangrentado y la camisa rota. La sangre le caía por la cara y el pecho hasta el pantalón, y desde las arrugas del pantalón, la sangre caía a la arena. Avanzó tambaleando hacia la orilla, porque estaba muy herido, y entró en el río. Pero apenas puso un pie en el agua, las rayas que estaban amontonadas se apartaron de su paso, y el hombre llegó con el agua al pecho hasta la isla, sin que una raya lo picara. Y conforme llegó, cayó desmayado en la misma arena, por la gran cantidad de sangre que había perdido. Las rayas no habían aún tenido tiempo de compadecer del todo a su amigo moribundo, cuando un terrible rugido les hizo dar un brinco en el agua. —¡El tigre! ¡El tigre! —gritaron todas, lanzándose como una flecha a la orilla. En efecto, el tigre que había peleado con el hombre y que lo venía persiguiendo había llegado a la costa del Yabebirí. El animal estaba también muy herido, y la sangre le corría por todo el cuerpo. Vio al hombre caído como muerto en la isla, y lanzando un rugido de rabia, se echó al agua, para acabar de matarlo. Pero apenas hubo metido una pata en el agua, sintió como si le hubieran clavado ocho o diez terribles clavos en las patas, y dio un salto atrás: eran las rayas, que defendían el paso del río, y le habían clavado con toda su fuerza el aguijón de la cola. El tigre quedó roncando de dolor, con la pata en el aire; y al ver toda el agua de la orilla turbia como si removieran el barro del fondo, comprendió que eran las rayas que no lo querían dejar pasar. Y entonces gritó enfurecido: —¡Ah, ya sé lo que es! ¡Son ustedes, malditas rayas! ¡Salgan del camino! —¡No salimos! —respondieron las rayas. —¡Salgan! —¡No salimos! ¡Él es un hombre bueno! ¡No hay derecho para matarlo! —¡Él me ha herido a mí! —¡Los dos se han herido! ¡Ésos son asuntos de ustedes en el monte! ¡Aquí está bajo nuestra protección!… ¡No se pasa! —¡Paso! —rugió por última vez el tigre. —¡NI NUNCA! —respondieron las rayas. (Ellas dijeron «ni nunca» porque así dicen los que hablan guaraní, como en Misiones). —¡Vamos a ver! —rugió aún el tigre. Y retrocedió para tomar impulso y dar un enorme salto. El tigre sabía que las rayas están casi siempre en la orilla; y pensaba que si lograba dar un salto muy grande acaso no hallara más rayas en el medio del río, y podría así comer al hombre moribundo. Pero las rayas lo habían adivinado y corrieron todas al medio del río, pasándose la voz: —¡Fuera de la orilla! —gritaban bajo el agua—. ¡Adentro! ¡A la canal! ¡A la canal! Y en un segundo el ejército de rayas se precipitó río adentro, a defender el paso, a tiempo que el tigre daba su enorme salto y caía en medio del agua. Cayó loco de alegría, porque en el primer momento no sintió ninguna picadura, y creyó que las rayas habían quedado todas en la orilla, engañadas… Pero apenas dio un paso, una verdadera lluvia de aguijonazos, como puñaladas de dolor, lo detuvieron en seco: eran otra v ez las rayas, que le acribillaban las patas a picaduras. El tigre quiso continuar, sin embargo; pero el dolor era tan atroz, que lanzó un alarido y retrocedió corriendo como loco a la orilla. Y se echó en la arena de costado, porque no podía más de sufrimiento; y la barriga subía y bajaba como si estuviera cansadísimo. Lo que pasaba es que el tigre estaba envenenado con el veneno de las rayas. Pero aunque habían vencido al tigre, las rayas no estaban tranquilas porque tenían miedo de que viniera la tigra y otros tigres, y otros muchos más… Y ellas no podrían defender más el paso. En efecto, el monte bramó de nuevo, y apareció la tigra, que se puso loca de furor al ver al tigre tirado de costado en la arena. Ella vio también el agua turbia por el movimiento de las rayas, y se acercó al río. Y tocando casi el agua con la boca, gritó: —¡Rayas! ¡Quiero paso! —¡No hay paso! —respondieron las rayas. —¡No va a quedar una sola raya con cola, si no dan paso! —rugió la tigra. —¡Aunque quedemos sin cola, no se pasa! —respondieron ellas. —¡Por última vez, paso! —¡NI NUNCA! —gritaron las rayas. La tigra, enfurecida, había metido sin querer una pata en el agua, y una raya, acercándose despacio, acababa de clavarle todo el aguijón entre los dedos. Al rugido de dolor del animal, las rayas respondieron, sonriéndose: —¡Parece que todavía tenemos cola! Pero la tigra había tenido una idea, y con esa idea entre las cejas, se alejaba de allí, costeando el río aguas arriba, y sin decir una palabra. Mas las rayas comprendieron también esta vez cuál era el plan de su enemigo. El plan de su enemigo era éste: pasar el río por otra parte, donde las rayas no sabían que había que defender el paso. Y una inmensa ansiedad se apoderó entonces de las rayas. —¡Va a pasar el río aguas más arriba! —gritaron—. ¡No queremos que mate al hombre! ¡Tenemos que defender a nuestro amigo! Y se revolvían desesperadas entre el barro, hasta enturbiar el río. —¡Pero qué hacemos! —decían—. Nosotras no sabemos nadar ligero… ¡La tigra va a pasar antes que las rayas de allá sepan que hay que defender el paso a toda costa! Y no sabían qué hacer. Hasta que una rayita muy inteligente dijo de pronto: —¡Ya está! ¡Que vayan los dorados! ¡Los dorados son amigos nuestros! ¡Ellos nadan más ligero que nadie! —¡Eso es! —gritaron todas—. ¡Que vayan los dorados! Y en un instante la voz pasó y en otro instante se vieron ocho o diez filas de dorados, un verdadero ejército de dorados que nadaban a toda velocidad aguas arriba, y que iban dejando surcos en el agua, como los torpedos. A pesar de todo, apenas tuvieron tiempo de dar la orden de cerrar el paso a los tigres; la tigra ya había nadado, y estaba ya por llegar a la isla. Pero las rayas habían corrido ya a la otra orilla, y en cuanto la tigra hizo pie, las rayas se abalanzaron contra sus patas, deshaciéndoselas a aguijonazos. El animal, enfurecido y loco de dolor, rugía, saltaba en el agua, hacía volar nubes de agua a manotones. Pero las rayas continuaban precipitándose contra sus patas, cerrándole el paso de tal modo, que la tigra dio vuelta, nadó de nuevo y fue a echarse a su vez a la orilla, con las cuatro patas monstruosamente hinchadas; por allí tampoco se podía ir a comer al hombre. Mas las rayas estaban también muy cansadas. Y lo que es peor, el tigre y la tigra habían acabado por levantarse y entraban en el monte. ¿Qué iban a hacer? Esto tenía muy inquietas a las rayas, y tuvieron una larga conferencia. Al fin dijeron: —¡Ya sabemos lo que es! Van a ir a buscar a los otros tigres y van a venir todos. ¡Van a venir todos los tigres y van a pasar! —¡NI NUNCA! —gritaron las rayas más jóvenes y que no tenían tanta experiencia. —¡Sí, pasarán, compañeritas! —respondieron tristemente las más viejas—. Si son muchos acabarán por pasar… Vamos a consultar a nuestro amigo. Y fueron todas a ver al hombre, pues no habían tenido tiempo aún de hacerlo, por defender el paso del río. El hombre estaba siempre tendido, porque había perdido mucha sangre, pero podía hablar y moverse un poquito. En un instante las rayas le contaron lo que había pasado, y cómo habían defendido el paso a los tigres que lo querían comer. El hombre herido se enterneció mucho con la amistad de las rayas que le habían salvado la vida, y dio la mano con verdadero cariño a las rayas que estaban más cerca de él. Y dijo entonces: —¡No hay remedio! Si los tigres son muchos, y quieren pasar, pasarán… —¡No pasarán! —dijeron las rayas chicas—. ¡Usted es nuestro amigo y no van a pasar! —¡Sí, pasarán, compañeritas! —dijo el hombre. Y añadió, hablando en voz baja—: El único modo sería mandar a alguien a casa a buscar el winchester con muchas balas… pero yo no tengo ningún amigo en el río, fuera de los pescados… y ninguno de ustedes sabe andar por la tierra. —¿Qué hacemos entonces? —dijeron las rayas ansiosas. —A ver, a ver… —dijo entonces el hombre, pasándose la mano por la frente, como si recordara algo—. Yo tuve un amigo… un carpinchito que se crió en casa y que jugaba con mis hijos… Un día volvió otra vez al monte y creo que vivía aquí, en el Yabebirí… pero no sé dónde estará… Las rayas dieron entonces un grito de alegría: —¡Ya sabemos! ¡Nosotras lo conocemos! ¡Tiene su guarida en la punta de la isla! ¡Él nos habló una vez de usted! ¡Lo vamos a mandar buscar enseguida! Y dicho y hecho: un dorado muy grande voló río abajo a buscar al carpinchito; mientras el hombre disolvía una gota de sangre seca en la palma de la mano, para hacer tinta, y con una espina de pescado, que era la pluma, escribió en una hoja seca, que era el papel. Y escribió esta carta: Mándenme con el carpinchito el winchester y una caja entera de veinticinco balas. Apenas acabó el hombre de escribir, el monte entero tembló con un sordo rugido: eran todos los tigres que se acercaban a entablar la lucha. Las rayas llevaban la carta con la cabeza afuera del agua para que no se mojara, y se la dieron al carpinchito, el cual salió corriendo por entre el pajonal a llevarla a la casa del hombre. No quedó raya en todo el Yabebirí que no recibiera orden de concentrarse en las orillas del río, alrededor de la isla. De todas partes, de entre las piedras, de entre el barro, de la boca de los arroyitos, de todo el Yabebirí entero, las rayas acudían a defender el paso contra los tigres. Y por delante de la isla, los dorados cruzaban y recruzaban a toda velocidad. Ya era tiempo, otra vez; un inmenso rugido hizo temblar el agua misma de la orilla, y los tigres desembocaron en la costa. Eran muchos; parecía que todos los tigres de Misiones estuvieran allí. Pero el Yabebirí entero hervía también de rayas, que se lanzaron a la orilla, dispuestas a defender a todo trance el paso. —¡Paso a los tigres! —¡No hay paso! —respondieron las rayas. Y ya era tiempo, porque los rugidos, aunque lejanos aún, se acercaban velozmente. Las rayas reunieron entonces a los dorados que estaban esperando órdenes, y les gritaron: —¡Ligero, compañeros! ¡Recorran todo el río y den la voz de alarma! ¡Que todas las rayas estén prontas en todo el río! ¡Que se encuentren todas alrededor de la isla! ¡Veremos si van a pasar! Y el ejército de dorados voló enseguida, río arriba y río abajo, haciendo rayas en el agua con la velocidad que llevaban. —¡Paso, de nuevo! —¡No se pasa! —¡No va a quedar raya, ni hijo de raya, ni nieto de raya, si no dan paso! —¡Es posible! —respondieron las rayas—. ¡Pero ni los tigres, ni los hijos de tigres, ni los nietos de tigres, ni todos los tigres del mundo van a pasar por aquí! Así respondieron las rayas. Entonces los tigres rugieron por última vez: —¡Paso pedimos! —¡NI NUNCA! Y la batalla comenzó entonces. Con un enorme salto los tigres se lanzaron al agua. Y cayeron todos sobre un verdadero piso de rayas. Las rayas les acribillaron las patas a aguijonazos, y a cada herida los tigres lanzaban un rugido de dolor. Pero ellos se defendían a zarpazos, manoteando como locos en el agua. Y las rayas volaban por el aire con el vientre abierto por las uñas de los tigres. El Yabebirí parecía un río de sangre. Las rayas morían a centenares… pero los tigres recibían también terribles heridas, y se retiraban a tenderse y rugir en la playa, horriblemente hinchados. Las rayas, pisoteadas, deshechas por las patas de los tigres, no desistían; acudían sin cesar a defender el paso. Algunas volaban por el aire, volvían a caer al río, y se precipitaban de nuevo contra los tigres. Media hora duró esta lucha terrible. Al cabo de esa media hora, todos los tigres estaban otra vez en la playa, sentados de fatiga y rugiendo de dolor; ni uno solo había pasado. Pero las rayas estaban también deshechas de cansancio. Muchas, muchísimas habían muerto. Y las que quedaban vivas dijeron: —No podremos resistir dos ataques como éste. ¡Que los dorados vayan a buscar refuerzos! ¡Que vengan enseguida todas las rayas que haya en el Yabebirí! Y los dorados volaron otra vez río arriba y río abajo, e iban tan ligero que dejaban surcos en el agua, como los torpedos. Las rayas fueron entonces a ver al hombre. —¡No podremos resistir más! —le dijeron tristemente las rayas. Y aun algunas rayas lloraban, porque veían que no podrían salvar a su amigo. —¡Váyanse, rayas! —respondió el hombre herido—. ¡Déjenme solo! ¡Ustedes han hecho ya demasiado por mí! ¡Dejen que los tigres pasen! —¡NI NUNCA! —gritaron las rayas en un solo clamor—. ¡Mientras haya una sola raya viva en el Yabebirí, que es nuestro río, defenderemos al hombre bueno que nos defendió antes a nosotras! El hombre herido exclamó entonces, contento: —¡Rayas! ¡Yo estoy casi por morir, y apenas puedo hablar; pero yo les aseguro que en cuanto llegue el winchester, vamos a tener farra para largo rato; esto yo se lo aseguro a ustedes! —¡Sí, ya lo sabemos! —contestaron las rayas entusiasmadas. Pero no pudieron concluir de hablar, porque la batalla recomenzaba. En efecto: los tigres, que ya habían descansado, se pusieron bruscamente en pie, y agachándose como quien va a saltar, rugieron: —¡Por última vez, y de una vez por todas: paso! —¡NI NUNCA! —respondieron las rayas lanzándose a la orilla. Pero los tigres habían saltado a su vez al agua y recomenzó la terrible lucha. Todo el Yabebirí, ahora de orilla a orilla, estaba rojo de sangre, y la sangre hacía espuma en la arena de la playa. Las rayas volaban deshechas por el aire y los tigres rugían de dolor; pero nadie retrocedía un paso. Y los tigres no sólo no retrocedían, sino que avanzaban. En balde el ejército de dorados pasaba a toda velocidad río arriba y río abajo, llamando a las rayas: las rayas se habían concluido; todas estaban luchando frente a la isla y la mitad había muerto ya. Y las que quedaban estaban todas heridas y sin fuerzas. Comprendieron entonces que no podrían sostenerse un minuto más, y que los tigres pasarían; y las pobres rayas, que preferían morir antes que entregar a su amigo, se lanzaron por última vez contra los tigres. Pero ya todo era inútil. Cinco tigres nadaban ya hacia la costa de la isla. Las rayas, desesperadas, gritaron: —¡A la isla! ¡Vamos todas a la otra orilla! Pero también esto era tarde: dos tigres más se habían echado a nado, y en un instante todos los tigres estuvieron en medio del río, y no se veía más que sus cabezas. Pero también en ese momento un animalito, un pobre animalito colorado y peludo cruzaba nadando a toda fuerza el Yabebirí: era el carpinchito, que llegaba a la isla llevando el winchester y las balas en la cabeza para que no se mojaran. El hombre dio un gran grito de alegría, porque le quedaba tiempo para entrar en defensa de las rayas. Le pidió al carpinchito que lo empujara con la cabeza para colocarse de costado, porque él solo no podía; y ya en esta posición cargó el winchester con la rapidez de un rayo. Y en el preciso momento en que las rayas, desgarradas, aplastadas, ensangrentadas, veían con desesperación que habían perdido la batalla y que los tigres iban a devorar a su pobre amigo herido, en ese momento oyeron un estampido, y vieron que el tigre que iba delante y pisaba ya la arena, daba un gran salto y caía muerto, con la frente agujereada de un tiro. —¡Bravo, bravo! —clamaron las rayas, locas de contento—. ¡El hombre tiene el winchester! ¡Ya estamos salvadas! Y enturbiaban toda el agua verdaderamente locas de alegría. Pero el hombre proseguía tranquilo tirando, y cada tiro era un nuevo tigre muerto. Y a cada tigre que caía muerto lanzando un rugido, las rayas respondían con grandes sacudidas de la cola. Uno tras otro, como si el rayo cayera entre sus cabezas, los tigres fueron muriendo a tiros. Aquello duró solamente dos minutos. Uno tras otro se fueron al fondo del río, y allí las palometas los comieron. Algunos boyaron después, y entonces los dorados los acompañaron hasta el Paraná, comiéndolos, y haciendo saltar el agua de contento. En poco tiempo las rayas, que tienen muchos hijos, volvieron a ser tan numerosas como antes. El hombre se curó, y quedó tan agradecido a las rayas que le habían salvado la vida, que se fue a vivir a la isla. Y allí, en las noches de verano le gustaba tenderse en la play a y fumar a la luz de la luna, mientras las rayas, hablando despacito, se lo mostraban a los peces que no le conocían, contándoles la gran batalla que, aliadas a ese hombre, habían tenido una vez contra los tigres.

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